La Merkabah de los 72 Nombres de Dios


 La Merkabah de los 72 Nombres de Dios

¿El misterio que reside en la base de las “huestes celestiales? (de todas las cosas) es la letra, y cada letra es un signo, símbolo e indicación de la Creación.

Del mismo modo en que un escritor toma la pluma en su mano y la carga de gotas de tinta y en su mente traza la forma que quiere darle a su materia, momento en que la mano es como la esfera viviente, y la inanimada pluma que sirve de instrumento a la mano se mueve y se une a la mano para esparcir las gotas de tinta a través del pergamino, que representa el cuerpo al que se utiliza como portador de la materia y la forma, precisamente de la misma manera sucede en la Creación en sus esferas superiores e inferiores, como cualquier persona inteligente lo entenderá, porque no está permitido explicarlo más detalladamente.

Por lo tanto, las letras se establecen como signos (símbolos) e indicaciones, de modo que a través de ellas la materia de la realidad, sus formas, las fuerzas y motivos que la producen (esto es, las partes intermedias), sus mentes y sus almas, pueden recibir alguna forma, y por lo tanto la sabiduría (en el sentido de conocimiento verdadero) está contenida y recogida, concentrada en las letras, en las Sefirot y en los nombres, y todos están compuestos el uno del otro, Las letras en sí mismas tienen sustancia y forma, especialmente en su forma escrita, aunque mucho menos, o bien en un sentido espiritual, en su forma hablada o conceptual, Lo que era la tinta en la imagen anterior, que transforma este elemento formal en materia, es, en la creación orgánica y en el nivel humano, la semilla que ya contiene en sí la sustancia y las formas que evolucionarán a partir de ella

El momento más significativo en el misticismo linguistico de Abulafia se halla, sin embargo, en su doctrina de la combinación de las letras y su movimiento a través de las diferentes vocales. Abufalia lo considera como el verdadero conocimiento de la profecía, esto es, como el camino metódicamente seguro en el que se prepara uno mismo para el contacto con la palabra de Dios, el lenguaje divino, que es parte de la capacidad del lenguaje humano.

A cada una de las esferas de la cosmovisión tolomeica, correspondía una inteligencia inherente a ella, que era una operación intelectual del designio creativo divino. Estas inteligencias emanan una de la otra, y la última, el intellectus agens, es la potencia cósmica de la que se originan todas las formas de la creación visible. En el sentido dado por la filosofía árabe clásica y su elaboración en manos de Maimónides, la profecía consiste en unir la mente humana, que se actualiza a sí misma por el proceso del pensamiento y es un fenómeno vigorizante, con esta potencia dadora de forma, que comunica lo divino a la mente mediante imágenes que se producen en su imaginación, en ese contacto profético. Abulafia toma esta teoría de la profecía como una unión de las capacidades intelectuales e imaginativas del hombre más altamente desarrolladas, con el intellectus agens.

con la décima esfera de la cosmogonía medieval, cuyo intelecto es la razón cósmica o intellectus agens. Por eso puede decir que, de acuerdo con el autor del libro Yetzirah, las 22 letras que son la base de todo lenguaje, se mueven en la décima esfera, que es la más eminente entre todas las esferas de Ja realidad y la primera en términos de clasificación. Ésta es a la vez la esfera de la Torah y de los mandamientos divinos, por la que se guían todas las cosas de arriba y de abajo y de la que se dijo: el Cielo fue creado por la palabra de Dios y toda la hueste celestial, por el aliento de su boca.5 La esfera, el lenguaje y la Torah son, por lo tanto, lo que se presenta en el más alto estado del hombre en contacto con el intellectus agens.

Porque los corazones de los hombres son a Dios lo que el pergamino es a nosotros; el pergamino como sustancia transmite la forma de las letras que con tinta se le escriben. Así, para Dios, los corazones son como pizarras, las almas como tinta y palabras, que les llegan a ellos de Él; y esto es a la vez conocimiento, que es como la forma de las letras que estaban inscribas en ambos lados de las tablas de la alianza ... y aunque, para Dios, las palabras no son una de las formas del habla que pueden expresarse por el corazón que las absorbe, son sin embargo palabras

Por supuesto, no menos que cualquier. doctrina lingúística, es una enseñanza para la meditación ordenada, cuyo objeto no son imágenes ni símbolos, sino las letras y los nombres de Dios: de hecho, el solo y único “gran nombre” de Dios. En este punto no entraré en este aspecto místico del tema, que se aparta de la representación elemental; representa simplemente una proyección de su teoría lingúística en la doctrina de la progresiva meditación sobre el lenguaje como un camino hacia el conocimiento místico

Comparado con éste, el conocimiento adquirido por los filósofos y los metafísicos en cualquier sentido es de un orden extremadamente inferior. Es por lo tanto la madre de todas las otras formas de conocimiento, que derivan su fuerza de ella, y quienquiera que la domine logrará directamente y “con facilidad” esa profética consonancia con el intellectus agens.? Este conocimiento más profundo une a los lenguajes unos con otros. Hasta los lenguajes extranjeros están incluidos en el conocimiento de este misticismo lingúís

En conclusión, regresaré una vez más al pensamiento central que hemos tratado de trazar aquí. El nombre de Dios es el “nombre esencial”, la fuente original de todo lenguaje. Cualquier otro nombre con el que se puede llamar o invocar a Dios, coincide con una actitud determinada, como lo muestra la etimología de los nombres bíblicos; sólo este nombre único no requiere de ninguna clase de referencia a una actividad. Para los cabalistas, este nombre no tiene “significado” en el sentido tradicional del término; no tiene significación concreta, y la no significación del nombre de Dios indica su situación en el punto central de la revelación, en cuya base se mantiene

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